Mumenqué...? Mummenschanz
La magia nació del silencio. Ante la palabra o la música, la
magia se esconde, porque no es necesaria. Huye, se achiquita, desaparece sin
que alguien pueda notarlo, así como está absorto en el sonido. Del silencio,
pues, brotó la magia y brotó también la imagen, que del imago lleva al
imaginar, al soñar despierto. El color, la forma, la textura, simples bichos
saltando en la nada, se hicieron antropomórficos y lloraron de la risa. Las
sombras, la importancia del negro, dijo alguien a mi lado, iluminaron las
máscaras, que no máscaras porque no había rostros para tapar o cambiarles la
emoción. Dibujos faciales arcillosos, que casi se podían tocar, y estirar y
tachar, produjeron una historia o una rima de amor. También el papel higiénico
que si no sirve para eso se convierte en lágrima y en oreja de mimo, lo mismo
el resorte y las bolsas plásticas infladas de pensamiento. Mummenschanz, de
Suiza, hicieron teatro con lo imposible, y de allí crearon humanoides,
monstruitos para tener pesadillas o dulces sueños de analgésico. Con nada, con
lo apenas existente, trazaron vidas con ideas del público; solo pusieron el
animalito, la tira, la piedra, el mariapalitos, el corazón inflado, la
geometría, y todo lo convirtieron en imagen dispuesta para la imaginación ajena.
Y yo vi un mosquito que volaba, un plástico de andar sexy, una hoja en blanco
lista para arrugarse, una pelea de novios entre dos cosas inexplicables… Se me
fue la hora y media de función pensando, dándole vueltas a la luna.
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