Fiat voluntas tua

Que Schopenhauer me invite, si puede, a su viaje de mundo. Lo acompañaré en su falsa pretensión de muchachito elegante y de vez en cuando le diré al oído que él es un filósofo o, mejor, un vago con el derecho de pensar despacio.

Iremos juntos a recorrer Francia hasta que un Napoleón nos lo permita. Luego volveremos a entablar conversaciones con los aburridos alemanes, esos rígidos sujetos cuyo arresto hay que descubrir bajo el polvo de sus abrigos de invierno.

Llegará, entonces, el tiempo del silencio; vendrá después de la euforia. Nos habremos dicho todo en voz alta y tendremos la lengua ya cansada de moler pensamientos. Lucharás contra tu cuerpo porque no te permitirá atravesar las líneas del horizonte. Yo también lucharé contra el mío; lo aventaré de lado para que las paredes lo golpeen y, de magullado, se dejará dominar. No será más voluntad encarnada.

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