Desfiladero

El hombre mira a los lados. Bocas que se mueven, que se ríen, que gruñen. Sonidos de la calle. Lo aturde el recorrido. Sus zapatos siguen empujados por nada: pico-pala-pico-pala… Los brazos alzados no lo dejan caer. La línea amarilla desaparece debajo de las suelas.

Ahí viene. El pito del tren destruye la calma y desbarata los pensamientos: lista de mandados, parcial de microbiología… y ella, la vecina, la de siempre, la muchacha rubia.

Da vuelta y sonríe al público. Las puertas se abren. Como uno más, el equilibrista traspasa el umbral. La línea pierde su gracia.

La función termina.

Comentarios

Entradas populares