Mi corazón berlinés

El 18 de diciembre del 2015, un muchacho de unos veinte años me regaló un corazón de olivo en la Breitscheidplatz. Era un vendedor de artesanías en el puesto tradicional de su familia. Me dijo que lo guardara hasta el día de entregárselo al hombre que mereciera mi corazón. Fue la conversación más linda y genuina que tuve en Berlín. Hoy, después de lo que ha pasado, veo el corazón, que aún me pertenece, y lo recuerdo a él, paciente y amable conmigo, yo que solo pasaba por allí con la intención de mirar y tocar, pero no de comprar. Deseo que esté bien, vivo y lejos de la tragedia. Deseo para él, para Berlín y para todos los que están en medio de una guerra ajena, que vengan mejores días y mejores noches. Que el terror no se lleve eso que nos queda de humanidad.



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