Constant y la Nueva Babilonia
Constant, mitad del siglo veinte. Un pintor, un escultor, un
arquitecto, un artista, un inventor. Y él, también un lugar: la Nueva Babilonia.
Pudiera hablarse de una ciudad moderna, de una polis con todos los sufijos,
donde nadie es individuo y su mente no importa. Pudiera pensarse en las
ciudades aquellas que a fuerza de bombardeos se redefinieron con trazos
planeados. Pudiera creerse que milimétricamente una ciudad de los años
cincuenta, sesenta, estuvo en la cima de la matemática y el beneficio de sus
ciudadanos.
Nueva Babilonia rompió el mito, y existió, no de la forma
tradicional en que se existe, sino de la forma en que un holandés la sacó de
las tinieblas y la convirtió en utopía; no, en utopía no, Constant ha dicho que
aquello es un concepto idealizado y Nueva Babilonia es posibilidad, un reseteo
de la civilización para que habite una nueva forma de cultura. Y la cultura, lo
sabemos a causa de la inclemencia, incluye sistemas económicos, ciertos amarres
sociales. Aquí en cambio el sistema es que no hay sistema, es que es cambiante,
es que somos nómadas del mundo y somos okupas del laberinto, nos quedamos en el
rincón que nos plazca y nunca nos enteramos de que se trata de un laberinto,
solo vamos por el instinto, por la creatividad más bien que es otra clase de
instinto. Y Constant se ha figurado para quienes construyan esta nueva cultura
una alegría, una satisfacción por satisfacer la libertad, por no ser esclavos,
¡para eso están las máquinas!, y usar el valioso tiempo humano en pensar, en el
juego de reacomodar neuronas, similares en su enjambre a las casas de Nueva
Babilonia, y de producir lo que nos brote. Arar, sembrar, recoger serían
oficios destinados a las máquinas si es que a nadie le place hacerlos, pero si
alguno ve en ello una forma de elevar la creatividad podrá decidir cuál fruto
quiere, de qué color y en qué cantidad. Una ciudad sin egoísmos y a la vez de
ciudadanos ególatras, animales de momentos mínimos y cerebros en constante
desafío. ¿A dónde llegaría esta cultura, para no llamarla sociedad?
Primero, para Constant, en Nueva Babilonia no hubo lugar
para la maldad o la violencia, como si de alguna manera no fueran estos
instintos humanos, capacidades a desarrollar igual que la misma creatividad.
Todo era, basado en la alegría de los gitanos, una fiesta que no acaba, un
paraíso irrestricto en el que sus criaturas deambulan, viajan, conocen, están y
no están cuando desean, son artistas, fructifican. Pero después, algo cambió.
Aparecen una mujer violada, un puñetazo, quizás una máquina de guerra. Y Nueva
Babilonia, sin llegar al destino de su antigua homónima, es irrealizable,
porque la creatividad, su principal pretensión, necesita del conflicto, de la
tensión, de cierto dolor inexplicable al que solo puede llegarse cuando se
traspasa una libertad ajena. Constant lo sabía desde el comienzo, pero lo
aplazó en su anhelo, quizás porque es el curso normal del tiempo el que anuncia
la violencia, o porque Nueva Babilonia necesitó 25 años para confeccionarse
hasta su esplendor en planos, mapas, maquetas, esculturas, ideas, y en ese
periodo algo cambia en la vida de los hombres, algo aleja el sueño inicial y lo
va llevando hacia la destrucción, hacia el fin del proyecto.
Durante Nueva Babilonia, la pintura de Constant desapareció
casi por completo; la visión de la nueva ciudad, digo yo, le impedía pintar. Al
llegar la violencia, vuelve la pintura. ¿Será una clave de sí mismo, de la
lucha del arte contra el primitivo Goliat?
Pero la tarea de Nueva Babilonia, a cincuenta años de haberse
suspendido, vive en las sociedades de hoy: pensarse otra vez, imaginarse como
ciudades que exacerban la creatividad, lejos de atascos del tráfico, donde
todos caminan y viajan, deambulan y transforman su mente en cada pedalazo de la
bicicleta; ciudades sin desigualdad porque en ellas se tiene lo que se necesita
para pensar y vivir, no mercancías inútiles que impiden producir nuevas conexiones
neuronales.
Constant vio la Nueva Babilonia, la calcó pieza a pieza,
diseñada contra el aburrimiento de las viviendas de 50 metros cuadrados. Ah,
eso fue lo que hizo Constant: ¡rebelarse contra el aburrimiento!, ¡hinchar su
creatividad hasta el límite de lo impensado! Y sin saberlo, pellizcó a más de
uno que ya quiere transitar por la Nueva Babilonia (ciudad sin habitantes) y
jugar, siempre jugar, para emprender una (otra)cultura.
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Nota 1: La exposición
Constant: Nueva Babilonia está en el
Museo Reina Sofía de Madrid hasta el 29 de febrero de 2016.
Nota 2: Yo no
tenía idea de la existencia del artista, porque en realidad soy poco asidua a
los museos; fui a este porque era domingo y desde la 1:30 p.m. es de entrada
libre. Por supuesto que fui a ver todo lo de Dalí, Miró y Picasso (incluida la obra
trágico-libertaria Guernica), pero
fue esto de Constant lo que me hizo clic en la cabeza. Llegué a consultar en
google más cosas sobre el artista y recomiendo un poco de esto, que incluye
mucho sobre la exposición: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/20/actualidad/1445353958_035595.html;
y esto, que habla del artista en su etapa “anterior” o como fundador de CoBrA
(casi casi un movimiento brutal en la estética): http://elpais.com/diario/2005/08/05/agenda/1123192803_850215.html
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