Pesadillas de domingo

1. Nos bañamos en la quebrada de la finca. Estamos riendo, conversando, contamos chistes. Un tío habla, dice "chao" y se zambulle mientras saca un arma y se dispara en la boca. Tratamos de buscarlo, vemos su rostro sin sangre pero destrozado y lo dejamos ahí para que la quebrada misma se encargue de guardarlo para siempre.

2. El hermano se bajó del quicio. Con la cordura embolatada, habla sin parar, camina, tuesta granos de café eternamente, salta, se desnuda, corre, se golpea las manos, hace planes del futuro que empieza mañana, no come, no duerme, se enoja, grita, levanta su demencia como la peor de las armas. El miedo de todos es el sueño de él, que nunca duerme.

3. Un gato chiquito, diminuto, abandonado hace un año por tener un gran tumor, no murió. Apareció de la nada, sin haber crecido, y me persigue en la casa. Me muerde los talones. Yo lo cargo, lo acaricio, lo pongo a jugar con mis otros dos gatos. Ellos no quieren saber de él, porque es raro que sea un adulto y sea tan de juguete.

4. La montaña de la finca se derrumba y en vez de caer piedras y árboles, un gran mar se mezcla con las aguas de los ríos y quebradas. Hay que huir. Recoger lo poco y escapar hacia otra tierra. Somos los únicos con carro, nos quieren matar. Mi papá, rojo de angustia y afán, recoge pocas cosas y huimos los dos. ¿Hacia dónde?, no sabemos. ¿Qué pasó con los demás?, desaparecieron de la pesadilla.

El tío, el gato y el papá se perdieron al despertar. Quedó el hermano. Desquiciado.

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