Divagación idiomática-sustancial de tres minutos

Hace frío. Il fait froid. It’s cold. Es ist kalt. Es de madrugada y los primeros buses parece que resbalaran por la calle, se oyen sus llantas desgarrar el agua de lluvia acumulada en el pavimento. Tuve que hacer café no más levantarme, porque temblaba. El borboteo de la máquina me comunica que debo esperar. La ventana amaneció abierta para que la ropa lavada anoche comenzara a secarse. Repaso uno a uno los movimientos que hay que hacer tras despertar y las primeras incoherencias las traduzco a los idiomas en las que puedo decirlas. Camino entre la cocina y el balcón para atisbar las luces lejanas. Descubro con una cara de sorpresa, adivinable solo por mí, que en español no hay sujeto para las cosas que le pasan al mundo exterior, a un nadie que nos envuelve y que no nos atrevemos a ponerle dos letras que lo mencionen. Il, it y es son un sujetico apenas existente en francés, inglés y alemán, pero necesario para hablar del clima, para decir que hace frío, o calor si lo hiciera, y en cambio en esta otra lengua arrevesada de los conquistadores asesinos esa carencia nos abarca, nos implica y dice que ese hacer, que ese frío, está ahí omnipresente, como una especie de primera persona plural aunque sea tercera impersonal, que casi termina en decir que lo que pasa ahí afuera le pasa también por dentro a quien esté ahí, me pasa a mí, a ti, a él, a todos si acaso también están. Es un frío que se vuelve democrático porque no lo ejecuta una cosa, un alguien reducido a la falta de voluntad, sino que simplemente está ahí dispuesto para aquel que pueda constatarlo. Desgajo dos mandarinas mientras el café está listo, y ahora empiezo a beberlo para que el frío se vaya y desaparezcan también las divagaciones en torno a quién fabrica el frío o quién lo tiene o quién lo ejecuta y sobre quién recae. Ya no hace frío, o lo hace pero ya soy yo quien no lo siente, y retomo mi primera persona para desvanecer a esa tercera imposible, envolvente, cómplice, falaz. 


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