Pensamientos de una correctora desvelada

No sé si estoy para dar consejos sobre escritura o sobre corrección de textos, pero cuando trataba de dormirme recordé algunas frases y palabras que suelen estresarme al leer una página ajena. Bueno, para eso es la corrección: para corregir lo que está mal e, incluso, lo que podría estar mejor. Nada de lo siguiente es completamente original o representa una revolución en la redacción de textos, es, más bien, un desahogo de medianoche frente a los errores frecuentes, esos que me quitan la concentración y que de tanto verlos ya me quieren volver inmune al error, un lujo que no me puedo permitir.

- Si empieza una frase, termínela. Es frecuente, normalmente anormal, descubrir frases incompletas cuando una subordinada se apodera de la principal o es más larga que esta… El escritor va contento escribiendo cuando algo lo distrae y se le olvida llegar al punto adonde se dirigía. Piense: ¿falta el verbo?, ¿el verbo que usé necesita un complemento, es transitivo o se defiende solo?, ¿cuál palabra olvidé?

- Las oraciones completas suelen tener un sujeto y un verbo, y en ocasiones los verbos exigen complementos; o, bueno, no complementos, sino que necesitan otra palabra al lado, una persona, una característica, un artículo, en fin, una manera de concretar la acción.

- Si va a lanzar una oración con un adverbio por delante, asegúrese de que este realmente sea necesario, esté cargado de intención o aporte al contenido. A veces, el adverbio al principio resta ganas de leer lo verdaderamente importante, que es lo que sigue.

- Los conectores existen para transitar entre una idea y otra, retomar algún argumento y desarrollarlo, dar orden a las expresiones y, en fin, como su nombre lo indica, conectar (conectar párrafos, frases y palabras). Sin embargo, a veces no hay que usarlos, porque las ideas de un mismo texto tienen ilación propia, por dentro, una suerte de ritmo que se rompe cuando un conector (que suele no tener significado) daña el baile.

- Hay palabras que no tienen significado preciso y que suelen usarse cuando el autor está distraído o falto de concentración para hallar el concepto que busca. “Algo”, por ejemplo, ni es algo ni es nada. Lo mismo pasa con fórmulas expresivas que quieren llegar a conclusiones sin comprometerse con la idea: “lo cierto es que”, la más moderna de todas y asesinada por tanto uso en revistas nacionales, es una de esas muletillas incapaz de apoyar realmente una idea concreta.

- Los adjetivos son lindos, colaboran con el mensaje, pero no se puede abusar de ellos. Más de tres y seguidos pierden el efecto de uno solo y se vacían de significado. Distribúyalos en todo el texto y piense detenidamente cuáles son necesarios y cuáles pertenecen a la casa de un acumulador.

- Balancee los párrafos, ayúdeles con el contenido que deben cargar. Si uno solo de ellos carece de datos o de información, es porque puede ser eliminado por un editor con sed de venganza. Ponga en los párrafos palabras e ideas irremplazables, necesarias para las líneas que vienen después.

- Tome decisiones antes de escribir. Si lo hace sobre la marcha, lo más probable es que caiga en contradicciones que, créalo o no, hasta usted mismo quisiera evitar. No es posible decirlo todo, escribirlo todo, pero lo que queda en el papel no debería ser traicionado por su propio autor, al menos no en el mismo texto. 

- No se aburra escribiendo. Si lo hace, su corrector también morirá de tedio leyendo su texto y quedará incapacitado para ver los errores que debería corregir.  

(Hágame caso, pero no demasiado. Su tarea es escribir; la mía es tratar de que su texto sea fiel a lo que expresa)


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