Inframundo

¿Hacia dónde va la muerte arrastrando el tiempo de los que vivieron? ¿Lleva, tal vez, en su maleta, las desilusiones y las dichas de quienes alguna vez tuvieron nombre? Ojalá que sí y que le pese el equipaje, para que ellos descansen por siempre, sin volvernos a mirar, sin saber que aquí estamos otros y aún padecemos.

En esa maleta de tiempos perdidos y abandonados, van tantos anhelos, tantas luchas, tantos dolores... tantos recovecos de esta miserable tierra, donde sí caben los llantos y aun las añoranzas.

Pero Caronte espera y ayuda a cruzar el último río, ese Estigio que fluye sin la prisa de nadie. La soledad allí no existe; es un espejo condensador de pasados el que acompaña y da fuerza. Es un trayecto, un paso a la no-memoria, un tránsito N.N. que no puede ser contrariado. Nadie lo conoce. Los que fueron y volvieron ya se extinguieron; eran griegos. Ahora los que se van, y nos dejan, no volverán; somos nosotros. Desaparecerán como algún día también lo hará el último hombre.

Allá no hay ruina ni desasosiego.

Sí un sonido incesante que se parece a la música,

acompaña dulcemente.

No hay olvido, no hay azar.

Solo las cenizas de tu cigarrillo efímero.

(Para Olga Velásquez y toda la corte - 20 de junio del 2011)

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