Esto de ser así
Pasa a veces como una revelación. (¿Será revelación si
alguna vez ya lo fue?, ¿si eso revelado se ha revelado varias veces, en
distintas épocas, con alguna sensación agregada?) También pasa como una duda
resuelta o como la confirmación de una corazonada. Esta mañana fue quizás eso
último, para después volverse la revelación de la que alguna vez ya me había
percatado. Descubrí que me gusta ser periodista, inventarme una definición para
esto que voy siendo cada día. Hay días mejores que otros, breves momentos de arrepentimiento,
pocos actos de enmienda, y hay algunos de más en los que quisiera volver a nacer
y dedicarme a la vida bucólica.
No tengo que trabajar en un medio todos los días para ser
periodista, para sentirme así. Sí me avergüenza tal vez no “ejercer” en la
definición certera de la palabra, porque si a veces no completo una
investigación sé que es por pereza o por distracción. Aplazo, me alejo, me
olvido, me culpo. Me agrada, sin embargo, hacerme la periodista todos los días
y usar los sentidos que tengo, más de cinco seguro, para emprender todo tipo de
reporterías: unas efímeras, otras que nunca acaban. Hallar algo nuevo, para
querer saber, para querer entender. Por suerte, a veces hallo, a veces conozco
y a veces entiendo. Y ahí es cuando viene la revelación aquella.
No voy a decir que tener curiosidad y buscar saciarla es ser periodista, porque haría falta terminar la frase con transmitirlo a otros y que ellos también hallen, conozcan y entiendan. Me quedo a medias muy a menudo, aunque haya usado la licencia de acercarme a los objetos, de escuchar a las personas, de figurar palabras.
No voy a decir que tener curiosidad y buscar saciarla es ser periodista, porque haría falta terminar la frase con transmitirlo a otros y que ellos también hallen, conozcan y entiendan. Me quedo a medias muy a menudo, aunque haya usado la licencia de acercarme a los objetos, de escuchar a las personas, de figurar palabras.
El hallazgo, a pesar de eso, es que cuando se es periodista la
mente no está quieta, y yo, al menos, alcanzo a sorprenderme con asuntos
sencillos que, quizás, si ejerciera otra existencia, no me tocarían, no me
prendería de ellos. No puedo decir que es este el oficio más lindo del mundo,
porque nunca he sido nada más y nunca hubiera podido ser de otra manera. Este oficio es.
En la mañana hice un par de entrevistas para un artículo que
aún no escribo y me sorprendí al final de la primera porque puse genuina
atención. Pero al momento caí en la cuenta de que en las entrevistas siempre
pongo atención y normalmente las disfruto. Entonces no sé por qué me sorprendí, aunque me quedé pensando que me gusta escuchar y preguntar de vez
en cuando para que el otro ser humano siga hablando, me siga contando, diga no más. A veces
quisiera no tener que intervenir y tan solo poner mi oído en su corazón, como
ese título de Hanif Kureishi.
Las de esta mañana no eran entrevistas de historias de vida
o de temas usualmente emocionantes para mí. No había relato. Fueron sobre el contexto político
de Colombia, más bien de análisis y explicación que de inicio, nudo y desenlace. Aun así las palabras de
ambas personas me permitieron conocer realidades, acaso atraerlas hacia mí y desmadejarlas, resolver un pequeño todo y alejarme con un paz y salvo, como cuando uno dice “ah, con razón”.
Un río de ideas empezó a fluir en mi mente y eso no más me
llevó a pensar en el después, en la sorpresa, en el equívoco. Entrevistar,
hablar con fuentes que me interesan de verdad, hacer alguna tarea de reportería, no sé por qué me hace soñar o me
recuerda aquellos planes abandonados que he tenido y que con una gran tonelada
de esfuerzo puedo cumplir, sabiendo que me divertiré durante ellos. Quiero
hacer un programa de radio en el que se pueda conversar y escuchar a gente que
tenga algo qué decir; un periódico de sátira e información crítica con este
mundo; una editorial que imprima libros que me gusten. Quiero aprender idiomas,
terminar la tesis de la maestría y hacer un doctorado mientras vivo de una beca
que me permita levantarme tarde y leer durante horas interminables. Quiero
viajar y recorrer en silencio calles distintas que siempre me digan algo.
Tantas cosas quiero, que mi conclusión es que quiero estar viva y feliz para
poder seguir inventando futuros que de pronto no me corresponden.
Y eso, eso más que nada, es lo que conecto con esto de ser
periodista, con la sorpresa diaria de no saber qué sigue y querer recorrerlo;
de sentir el olor de un árbol y tener la obligación de buscar su nombre; de
amar el trayecto en la bicicleta porque nada se repite y hay profundidad de
campo; de necesitar detenerme frente a lo disonante, lo extraño, lo que duele o
lo que alivia, y querer contárselo al que pueda oírlo, ojalá con pelos y señales narrados
por otro ser humano, un alguien cuya vida, cuya historia en verdad te hable.
Soy periodista y lo sé en este día marcado por mí con
optimismo porque encuentro que buscarle coordenadas al mundo es hacer una parte
de justicia por mano propia, porque nadie me prohíbe ni la inquietud ni la
conciencia, porque me gusta lo inestable y lo imposible, porque quiero saber
muchas cosas, de dónde vienen y para dónde van, y anhelo poder capturarlas de
alguna forma. Soy periodista porque no quiero nunca dejar de aprender, porque
sé que aunque a veces estas ideas no me acompañan, ellas volverán después y me
pasarán de nuevo como una revelación, un descubrimiento, una duda resuelta, un
camino que jamás hubiera sabido cómo evitar.
p.d. Me alquilo para soñar.
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