Tarde muerta
Y si en la tarde llueve, truena y hace frío, entonces dormiré para despertar después y creer que el tiempo no ha pasado, que todo está en donde estaba. Que el agua no se ha llevado nada. Pensaría tal vez que no hubo ramas de árboles atravesadas en la vía ni tampoco un concierto de tejas de cinc. Sería como devolver los minutos hasta antes de la primera gota sobre el pavimento.
Al abrir los ojos, el tiempo no detenido me reclamaría por las horas en que no supe nada del mundo. Yo no sabría qué hacer. Para frenar el ímpetu de su reclamo y el remordimiento en mi cabeza, entonces empezaría a recordar los sueños que tuve, como diciendo que sí estuve presente, que no fueron horas muertas esas en que no me di cuenta de que estaba lloviendo.
¿Y si no descansa?
Quizás no tenga mucho que ver, o de pronto solo en parte, pero en todo caso hay un proverbio chino que me gusta porque es una cachetada a todo nuestro afán laboral y de vida, en la que siempre estamos colgados. Y dice así: "En las almas débiles entra el tiempo".
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